La palabra “cliente” se usaba en Roma para designar al plebeyo que estaba al servicio de un patricio o al que se encontraba bajo la tutela de otro. Hoy, en política, se la usa para denominar a quien recibe un favor a cambio del voto. Aunque se apele a expresiones como “lo hacemos por amor a la gente”, esta práctica es una manera de generar dependencia, exactamente lo contrario de formar ciudadanía que se funda en la confianza en uno mismo y en la propia autonomía.
El clientelismo político pone en evidencia la existencia de cierta clase de dirigentes irresponsables cuya única aspiración es perpetuarse en el poder. Inescrupulosos, desde el gobierno ponen el marcha el “aparato” y su red de intermediarios; todo financiado con fondos públicos. Estos personajes que representan la vieja política, son la mayor pobreza de nuestro país. No sólo sobredimensionan las posibilidades del Estado sino que atrofian el talento, la responsabilidad y el coraje de sus habitantes.
La actual coyuntura y la pobreza que hoy golpea a vastos sectores de la sociedad, podría llevar a justificar el asistencialismo. Sin embargo, habría que preguntarse si tal hecho contribuye a crear reales posibilidades de promoción y ciudadanía o profundiza la postergación, la pasividad y la dependencia de los individuos.
La dádiva y la limosna, especialmente en tiempos electorales, necesitan que el gobierno ponga en marcha un mecanismo aceitado y una logística ajustada para que cumplan la función de comprar voluntades. Pero existe un elemento personal que se llama LIBERTAD y que constituye el ámbito del no sometimiento a la violencia de otro. No se debe subestimar al ser humano porque, aunque muchas veces esté tapada por urgencias de la subsistencia, a esa libertad nunca se renuncia totalmente. De hecho, las recientes elecciones dieron cuenta de autonomía a la hora de votar, aún en zonas muy postergadas.
Ser libre es condición indispensable para participar en los asuntos de la ciudad y la vida pública. Es condición de CIUDADANÍA. Por eso, en todo intento de manipulación política está ausente el compromiso ético, porque la manipulación opera distorsionando la identidad y suprimiendo la individualidad.
Una Argentina de progreso y trabajo, basada en el mérito y el esfuerzo personal, es posible. La irrenunciable libertad está asomando. Depende de cada argentino escucharla o silenciarla. Es lo que se juega en cada elección!!!
Leonor Gigena de Gadea- La Carlota 24/09/2021

Noticia Anterior

Obispo Adolfo Uriona: "le tenemos que pedir a María que nos libre de esta pandemia"

Noticia Siguiente

Detuvieron a un hombre por presunto abuso sexual y privación ilegitima de la libertad